STEVEN SPIELBERG
4/5
El desarraigo. Odio. Intolerancia. Diferencias. Amor.
Spielberg expone con claridad el contexto social que va a motivar los actos, conflictos y tragedias que irán aconteciendo durante el metraje. Y, como siempre digo en el cine de Spielberg, lo hace en sus escenas iniciales, donde define el subtexto, bien con los diálogos (clave) o la puesta en escena, los decorados etc.
Spielberg habla del germen del odio y la intolerancia, de las diferencias, el clasismo y el racismo… que nacen en el desarraigo. Son excusas buscadas, donde cobijarse, para proyectar la frustración. Todos los personajes de la obra están y se sienten desarraigados, por ello no paran de buscar formas de arraigo, raíces en las que cobijarse, sean bandas, amigos, bienhechoras o parejas. Comunidades que buscan una identidad, y que para lograrlo necesitan marcar diferencias con el de enfrente… porque si no sienten que no pertenecen a ningún lado. Desvalidos.
Los bailes, los colores, los silbidos y los chasquidos de dedos con los que los pandilleros se presentan a formar como en una llamada militar, explicita su necesidad de pertenecer a algo.
Y así lo muestra Spielberg en la primera secuencia, con ese memorable plano secuencia que flota por ese barrio derruido. Porque tu país, tu comunidad, esa patria de la que hablan, abandona a los suyos, a esos que no cumplen unos cánones, unos cupos, unos roles, una renta… Y a los que los cumplen, pero no son “genuinos”, se les soporta… hasta cierto punto.
“La patria es valor y sacrificio”. Pedro Albizu Campos.
Edificios medio demolidos, derruidos, que antes fueron hogares, o pudieron serlo, eliminados de allí como si no hubieran existido para rehacerlos, para hacerlos “presentables”. Nuevos pisos, más lujosos, más decentes, como muestra el cartel con el dibujo del proyecto que Spielberg superpone a la realidad del lugar. La idea de un sueño. Ese es el hábitat natural de los JETS.
Un picado sobre esos escombros de barrio derruido y edificios en derrumbe abre el film. Un cartel que reza: “Propiedad adquirida por la Administración de Vivienda de Nueva York para la limpieza de barrios degradados”. Limpieza… El Lincoln Center. Lo institucional aplastando, dejando atrás, abandonando. Limpiando… Desarraigando.
La cámara se eleva en una majestuosa grúa sobre aquel desolador paraje. Ladrillos, parodias de edificios, grúas, bolas de demolición y, entonces, descendemos. Es allí, en el subsuelo, en las catacumbas, donde se abre una trampilla para presentarnos a los JETS. Y definir una de las claves de puesta en escena. Las alturas.
“Vuestros padres y vuestros abuelos se quedaron aquí bebiendo y preñando a una cualquiera del barrio, que os parió a vosotros, los últimos blancos que no salieron del basurero”.
Los JETS son desarraigados. Ya no tiene un hogar, por eso se unen en esa banda y atacan a todo el que amenaza ese “Territorio”. Su hogar son esas calles, porque es lo que tienen. Su familia es la banda. Aquel lugar donde vivían, en pocas semanas será de otros que comprarán los nuevos pisos que se construyan. “Sus calles” están a punto de desaparecer, y ellos con ellas, para convertirse en otra cosa.
El desarraigo desembocando en clasismo. Odio de clase, del pobre al “rico” que llega…
“Y para cuando salgas, esto será un nuevo y flamante barrio para ricos con preciosos apartamentos con porteros puertorriqueños que echarán a patadas a la escoria como tú”.
O del autóctono al extranjero. El desarraigo desembocando en racismo. Puertorriqueños que llegan a Nueva York buscando algo mejor, trabajando en lo que pueden, mejorando su situación, pero sin llegar a sentirse nunca en casa. Desarraigados por necesidad. De nuevo uniéndose en bandas, los unos con los otros… Gente que viene de fuera a “quitarnos lo nuestro”… porque no tenemos nada…
“No me mezclo con hispanos”. “Somos ciudadanos estadounidenses y esos hispanos no”.
“Los puertorriqueños son estadounidenses, pedazo de ignorante”. “Sean ciudadanos o no, me importa un pito…”.
“Lo que sí sabemos es que no son nosotros”. Ahí tenéis la necesidad de arraigo, de pertenecer a algo.
Un racismo que no tiene un solo camino, sino que es mutuo. El desprecio a los “acogidos” y el desprecio al lugar de “acogida”.
“Sólo si es puertorriqueño”. “Te prohíbo ver a ese estúpido polack”.
“En Puerto Rico nuestros hijos no se van a poner gordos, como pasaría en Nueva York”.
Aquí tenemos el principal conflicto de la cinta, de las dos bandas: JETS y SHARKS. Y el simbólico ataque de los JETS al mural con la bandera de Puerto Rico… Hay mucho orgullo de patria, patrias que los desarraigan…
“Es que a la gente como Riff y yo, con las cosas desconocidas nos sale un instinto de… ya sabes (gesto de golpear)”. Violencia.
Riff está interpretado por Mike Faist, que hace un estupendo trabajo. Se aprecia la desesperanza y la fatalidad en sus ojos (la escena donde compra el arma es muy explícita al respecto). Un personaje más matizado que en la original. Él explicará su desarraigo y el apego a los suyos explícitamente, como hacía el Riff de la original también (Russ Tamblyn).
“¿Sabes? Yo no sé quién soy. ¿Y a quién le importa quién sea? A nadie, ni siquiera a mí”.
“Nací para morir joven”.
“Cada día me levanto y todo lo que conozco está a la venta o en demolición o ha caído en manos de gente que no me gusta… y yo a ellos tampoco. ¿Y sabes lo único que me queda? Los JETS. Mi gente. Mis amigos, que son como yo y que son como tú”.
El mejor exponente del desarraigo lo tenemos en el personaje que interpreta Iris Mena, Anybodys. Rechazada por ser chica, condición que niega, siempre vagabundea en tierra de nadie, aspirando a ser un miembro más, pero rechazada constantemente, salvo por Tony. Será el personaje que advertirá a Anita (Ariana DeBose) del peligro que corre entrando en la tienda de Valentina (Rita Moreno) llena de Jets… Un personaje que no es aceptado ni “por lo suyos”.
Tony y María, en el metro, hablan de los sufrimientos de sus grupos. María por su lugar de origen, pero Tony incide en el desarraigo casi suicida, ese mundo que se puso en contra de ellos casi desde el nacimiento en relación a su amigo Riff.
–María: Mi hermano tiene mucho más en su contra que Riff. Está enojado porque…
–Tony: El mundo entero ha estado contra de Riff desde que nació.
–María: ¿Tú te crees que es fácil para nosotros?
–Tony: Bueno, creo que crecéis en una familia con un hogar. Bernardo y tú tenéis esperanza. ¿Crees que Riff la tiene?
Un aspecto interesante y clave en esta idea de desarraigo, que aparece en las dos películas, es que las bandas prefieren gestionarse entre ellas, ajenas a esa sociedad que los da de lado. Se odian y se necesitan, y respetan los códigos. Todos ellos asumen unas reglas propias, de desarraigados, y con ellas juegan. Por eso se enfrentan a la policía, rehúyen de ella y no delatan al de la otra banda, como al inicio del film, cuando los Shark le ponen un clavo como pendiente a un Jet. El policía apelará a la delación… que no llegará.
Ajenas a la autoridad, prefieren resolver sus problemas ellos mismos. Aunque con matices. Los Jets no delatan, pero son emitentemente rebeldes, callejeros. Los Shaks pretenden integrarse, pero se le dificulta por racismo y clasismo. Bernardo (David Álvarez) dirá que cuando llaman a la policía en busca de protección (o sea que sí acuden a ella), no reciben respuesta o no la que buscan…
“Cuando los llamamos, lo que hacen es arrestarnos”. “No queremos hispanos. Hoy no”.
Una alianza de desarraigados y desamparados en un mundo que se acaba, como en el viejo oeste…
“… un todo o nada al estilo del tiroteo en el O. K. Corral”.
Quizá Nueva York es una de esas ciudades para el desarraigo. Fundadas desde el mismo, donde todos o casi todos tienen sus raíces en otro lado. Un lugar, Nueva York, habitado por irlandeses, italianos, judíos, puertorriqueños, polacos…
La canción “Gee, officer Krupke”, que retrata en forma de parodia el sistema legal y social estadounidense, es clave en toda esta idea comentada.
“Tarde o temprano los gringos acaban con todo”.
Tony (Ansel Elgort) intentará la vía diplomática en la crucial escena de la pelea de bandas, clímax violento de todo lo comentado anteriormente. Fanatismo, intolerancia, frustración, odio sin sentido. Diplomacia contra fanatismo, pero el fanatismo se nutre del odio irracional… y ante eso…
Se producen varias muertes, todas con el desarraigo como punto de partida y todas las consecuencias que se derivan de allí. Habrá muertes y asesinatos por un arrebato vengativo, como la de Tony a Bernardo; habrá muertes casi accidentales por jugar con fuego, como la de Bernardo a Riff; habrá asesinatos más meditados por una amalgama de motivos, como el de Chino a Tony (cobardemente por la espalda)…
Y un intento de violación. Tendrá lugar en la tienda de Valentina, un lugar pretendidamente neutral que vuelve a quedar manchado. Será la propia Valentina la que impida el infame acto, rechazando a todo aquel indigno de estar allí. La mentira de Anita es otro arrebato vengativo.
Y una vez dicho todo esto, observad el primer plano de la película y el último. Dije que eran escombros, pero Spielberg muestra unos muy concretos. ¿Lo habéis visto ya? Son escaleras exteriores y balcones. En símbolo, son enlaces, caminos de conexión, de entendimiento y, como veremos luego, testigos de amores… Cuando termine el film, tras la tragedia, Spielberg volverá a subirse en una grúa y se elevara, precisamente, por una de esas escaleras hasta posarse en uno de esos balcones que yacían en el primer plano del film. Es un plano esperanzador, en el que sin palabras y ni siquiera actores, uniendo dos imágenes y haciendo al espectador asumir todo lo que han enmarcado, rubrica su reflexión, donde confía en que desde la tragedia, la sangre y las ruinas, se recomponga algo, como hacen los SHARKS ayudando a los JETS a llevar el cuerpo inerte de Tony.
Su muerte quizá cambie algo… Porque hay algo de crístico en la figura de Tony. Por cierto, una emotiva, potente y bellísima muerte. Esa subida por la escalera en off, siempre los sótanos y subsuelos para los Jets, por la tienda de Valentina mientras se la encuadra a ella, y su salida desesperada, se rubrica con esa sonrisa agonizante al ver viva a María, como un efímero pero definitivo consuelo para Tony. Se aprecia su vida extinguiéndose, pero en una culminación feliz para su amor.
Las mujeres son en la película, en esta y en la original (mucho más en esta), la voz de la sensatez. Son las que intentarán mediar, pacificar, las que rectificarán y serán tolerantes… en general.
Un ejemplo es Anita, que es pura visceralidad, pero renunciará a sus prejuicios para ayudar a una amiga, se mostrará comprensiva y la defenderá de los ataques racistas de Bernardo. Eso sí, cuando sea ultrajada se vengará.
En clave feminista se resolverá el intento de violación a Anita, con la advertencia de Anybodys y los intentos de protegerlas de las chicas JETS. Finalmente será Valentina la que evite la desgracia.
“Y si piensas que volveré a vivir en Puerto Rico con 6 hijos que se van a acostar con hambre a diario, amor de mi vida, eso no va a pasar”. “¿Tú sabes dónde está mi casa? Donde pago renta”.
El personaje de Valentina, interpretado por Rita Moreno, productora del film y que fue Anita en la original, es, básicamente, nuevo. Spielberg da mucha mayor importancia a este rol del cuidador de Tony, que en la original era casi anecdótico. Spielberg lo usa con inteligencia, por supuesto, y lo dota de un sentido alegórico. Ella es el sentido común, la concordia, la esperanza. Por eso el film termina en su tienda.
Ella se casó con un estadounidense, pero jamás perdió su esencia puertorriqueña. Da cobijo a esos desarraigados JETS, a los que conoce desde que nacieron, y cuida, muy especialmente, de Tony. Anita la llamará traidora por todo ello.
Es ella el vehículo del amor y de la tolerancia, por tanto es lógico que sea ella la que vea esa esperanza y ese romanticismo en Tony, al que da trabajo y techo. Hablará a Tony de las diferencias, las raíces y la identidad, encontrándose en su tienda el único lugar de integración aparente… Por eso veremos los dos colores, el rojo y el azul…
“Yo me casé con un gringo. Él cree que eso me vuelve gringa, pero no es así. No lo soy”.
–Valentina: La vida importa incluso más que el amor.
–Tony: Son lo mismo.
“A Boy Like a That/ I Have a Love” es el tema más importante respecto a la tesis del film, todo esto que estoy comentando. Un duelo entre dos mujeres, Anita y María (Rachel Zegler), cuando la primera, después de conocer la muerte de su novio a manos de Tony, descubre la relación de su amiga con él. Anita reprochará desde la lógica ira, pero esgrimiendo xenofobia, apelando a que busque a “uno de los suyos”.
La contestación de María, renunciando a convencionalismos, prejuicios y lógicas, apelará al amor, sin más. La idea del amor, del enamoramiento, hará identificarse a Anita con María, porque es lo que ella sentía hacia Bernardo. Es algo más elevado que eso, está por encima de razas y otros conceptos, que se ven empequeñecidos… La comprensión y la tolerancia, hasta donde llega, apacigua el conflicto de las amigas.
“Te quiero, mi niña, pero él tiene que irse de aquí, y tú tienes que irte con él”. “… tu amor es tu vida”. “Para siempre”.
Antes del “I Feel Pretty” tendremos unas cuantas quejas laborales de las trabajadoras puertorriqueñas que afianza más ese retrato social global que amplía la película respecto a la original.
“Ahora puedo matar porque sé odiar”.
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