JAMES CAMERON
5/5
Estamos ante uno de esos films que revolucionaron la técnica cinematográfica con unos efectos especiales nunca antes vistos, pero además estamos ante un mecanismo perfecto de acción. Una obra maestra en su género que, además, tiene pocas pretensiones más allá de las de entretener, fascinar y sorprender, que, queridos amigos, no son pocas, aunque a menudo se infravaloran o desprecian.
Una obra maestra de la acción como pocas se han hecho, muy pocas, por ritmo, originalidad y logros en todos y cada uno de sus componentes, perfeccionamiento de la original, que ya era impecable desde su modestia.
No fue bien recibida por buena parte de la crítica esta secuela en España. No fue así en otros lados. La consideraron una película de acción más pero con muchos y buenos efectos especiales. La infravaloraron, como pasó con la primera en realidad, así que tuvo que reponerse con el tiempo.
Sí, es cierto que “Terminator”, la primera y la segunda, no son cintas profundas, de enjundia, son mecanismos de acción, ¡pero menudos mecanismos! Es cierto que esta segunda entrega básicamente matiza a la primera, de la que recoge casi todo, ¡pero menudos matices! Y es cierto que tiene unos grandes efectos especiales, pero no son muchos y, en cambio, sí fueron revolucionarios. Efectos especiales esenciales para la historia como pocas veces se han visto.
Porque “Terminator 2: El Juicio Final” no es una película más de acción y Ciencia Ficción, es un ejemplo perfecto del arte de la narración cinematográfica usando todos los medios a disposición. Y muy pocas películas pueden decir eso.
La crítica, como de costumbre en este país, se volvió a equivocar, no vio lo que era evidente. ¡Y mira que era fácil!
“Terminator” tiene una estructura básica y sencilla, la de las películas con monstruo. X persigue a Z para matarlo o X quiere destruir o va destruyendo el mundo que conocemos por su naturaleza o porque le da por ahí, así que Z trata de impedirlo. Por supuesto X es un ente o un ser tremendamente amenazante, muy superior a Z, ya se llame Alien, Depredador, Tiburón, Godzilla o T-Rex… en este caso es un T-1000.
Sí, “Terminator” es una cinta convencional en muchos aspectos, clásica de apocalipsis inminente, donde los protagonistas deben salvar el mundo, como en tantas sagas, de la destrucción total, pero incluyendo los elementos mencionados, más el de los viajes en el tiempo, permite que a todo esto se añada el contraste de épocas, de la amenaza futura de deshumanización que nos terminará, nunca mejor dicho, destruyendo. Las posibilidades dramáticas, de intensidad dentro del género de acción e, incluso, reflexivas, aunque en menor medida, son explotadas plenamente en estas dos entregas de forma virtuosa. Las posteriores intentonas han sido un quiero y no puedo superficial, apostando sus novedades a intentar dar más capacidades a los “Terminators” (difícil) y retorcer las tramas, incurriendo en derivas conceptuales o contradictorias que se dan de bruces con los objetivos y logros de las dos primeras.
Esta película es reseñada como una de las grandes secuelas de la historia, y eso que más que secuela, que obviamente lo es, resulta un perfeccionamiento de una idea, la de la original, cuando la tecnología permitió sublimar su propósito… además de introducir los adecuados elementos que suponen una continuación.
Fue la película más cara de la historia del cine en su día, como ocurrió con “Mentiras Arriesgadas”, “Titanic” o “Avatar”, posteriormente. Todas de Cameron. Y aunque fue un éxito, no pegó tanto en Estados Unidos como se esperaba. Tampoco lo hizo la primera, más rentable en realidad, que quedó lejos de ser un éxito en taquillas, logrando su repercusión con el video y el boca-oreja.
“Terminator 2” es poseedora de una logradísima estética, gélida, fría, azulada y nocturna, aunque mucho menos que la primera, que contrasta con los ingenuos amaneceres y los reflexivos atardeceres, mismo concepto que en la original. La primera tiene un aire más oscuro, en todo caso.
“Terminator”, tanto la primera como esta segunda parte, carece de profundidad, de enjundia, sin que esto signifique que no invite a reflexiones y tenga sus temas aceptablemente desarrollados gracias a su gran punto de partida. Es, simplemente, y por si fuera poco, un perfecto mecanismo de género. Brillante, virtuoso. De los más brillantes y virtuosos, de hecho.
Entre las dos tenemos un diálogo introspectivo que se define en madre e hijo. Esta segunda entrega es como un eco que de repente se hace físico. La voz de aquella madre que ahora tiene una respuesta en un presente inestable, un pasado difuso y un futuro por cambiar…
Así es, siempre he visto “Terminator 2” más como un perfeccionamiento de la primera que como una secuela. Ese permanente y abundante juego de guiños, ecos y escenas calcadas de la primera, llevan a esa impresión, más allá de la obvia secuela que es. Sí, es secuela, ya que continúa con acierto lo que dejamos en la primera, cogiendo además elementos que se plantearon e incluso rodaron en la de 1984, pero sobre todo se acomete todo aquello que por cuestiones técnicas y de presupuesto no se pudo acometer en la original. Todo aquello que la técnica y el dinero limitaba, ahora podía hacerse posible… y hacia eso se encaminaron con una lucidez y virtuosismo fuera de dudas. Es como si Cameron hubiera querido realizar la película definitiva que no pudo en 1984 por la falta de medios técnicos y económicos, recogiendo de paso los aspectos que dejó fuera de aquella.
De hecho, se engancha con esas escenas que se dejaron fuera cuando se nos explica que Sarah intentó volar la fábrica de computadoras, motivo por el que está encerrada y por el que la hirieron… Es una idea que se mostraba en la película original, escenas que eliminaron, donde Sarah indicaba su intención de enfrentarse y eliminar Cyberdyne Systems…
Me afianza en esta idea una frase de la primera película que explica que todo fue destruido (la máquina que hacía posible los viajes en el tiempo), por tanto nadie más podría volver al futuro, pero tampoco viajar al pasado, cosa que aquí no se explica ni corrige y que, obviamente, decidieron olvidar.
“El Terminator ya había pasado. Connor me envió para interceptarle y lo volaron todo”.
“Nadie regresa. Y no vendrá nadie más. Sólo somos él y yo”.
Y es que la historia es, básicamente, la misma, aprovechando bien la idea de secuela y el paso del tiempo entre una y otra en la trama. Se coge la idea del chip recogido en una escena eliminada de la original como causa de la creación de Skynet, el alzamiento de las máquinas y la creación ese Terminator que se podía confundirse con la muchedumbre, pasando desapercibido para cualquiera, llevando esa idea al extremo con su composición de metal líquido y los sublimes efectos especiales. Esta era la idea original para el Terminator, de hecho, un tipo normal con capacidad para pasar desapercibido, un asesino eficiente y eficaz…
En esta secuela se confía tanto en lo imponente de los efectos y lo invulnerable que harán sentir a este nuevo Terminator, el T-1000, que ya no se teme por la diferencia física, que era uno de los problemas que echaban para atrás a Cameron a la hora de colocar a Schwarzenegger como héroe en la primera entrega, ya que su imponente físico haría del Terminator en 1984 algo poco aterrador…
Era difícil, muy difícil, volver a lograr esa aterradora sensación, pero gracias al uso perfecto y justificado de los efectos especiales, Cameron consigue repetirla: ¿Cómo se mata a esa cosa que parece inmortal y sin puntos débiles? Ni los disparos, ni el fuego, ni los golpes traumáticos o las explosiones… y encima no es mecánico…
Es un concepto clave en “Terminator”, especialmente significativo en esta secuela, el de “inferioridad heroica”. John (Edward Furlong) con su pequeña moto (el doble canta bastante en algún plano) será perseguido y azuzado por el todopoderoso T-1000 desde un gran camión; el protector, como ocurría en la anterior (un humano contra un Terminator), es inferior al perseguidor; la furgoneta del final, lenta y endeble, recibe las embestidas de un gigantesco camión cargado de nitrógeno líquido…
Además, en esta segunda parte, más larga y ambiciosa, se profundiza en la mitología de la saga, sobre el funcionamiento de las máquinas y el origen de Skynet. El modelo revolucionario de procesador que creará Miles Dyson (Joe Morton), su desarrollo en computadoras militares con Cyberdyne como proveedor, sus aplicaciones en bombarderos sin tripulantes, por ejemplo… La conexión de Skynet el 4 de agosto de 1997, la eliminación de las decisiones humanas en la defensa estratégica, su aprendizaje en progresión geométrica, la toma de conciencia de sí misma a las 2:14 de la mañana del 29 de agosto de 1997… El intento humano por desconectarla… Skynet se defenderá…
“Mi CPU procesa en red neural, es de aprendizaje, pero Skynet sólo lee cuando nos envían solos a una misión”.
Siendo una cinta más ambiciosa, grande y espectacular, tiene un ritmo más pausado, calmado, está más elaborada, sobre todo si tenemos como punto de partida la edición extendida, donde se incluyen más escenas reflexivas, que no son de acción. No tiene esa sensación constante e incesante de tensión y amenaza que sobrevuela en todo momento la original, pero que aquí se sublima cuando aparece.
También posee mucho más humor, inexistente en la original, con esa bestia intentando ser sociable. El monstruo y su contraste con la humanidad en una esforzada integración.
Juega de inicio al despiste Cameron con sus dos Terminators. ¿Quién será el bueno y quién el malo? Viste a uno de policía, en apariencia más inofensivo, interpretado por Robert Patrick. Al otro lo dota de un look rockero y rebelde, y llega primero, como en el film original. En cambio, algo ha variado en el Terminator encarnado por Schwarzenegger: Aunque es violento ante los ataques (puro, cuchillo), no mata como en la primera… Tiene un toque más simpático, se le dota de cierto carisma, con el puro y las gafas (en la primera las usa, pero por otro motivo y de otra forma, funcional, no estética), que no existe en el otro… Además, la actuación de ese Terminator tirillas deja la incógnita de si mató al policía que atacó… Roles engañosos. Pero Cameron da pistas. Hay un vínculo entre John Connor y uno de ellos: la moto.
“Necesito tu ropa, tus botas y tu motocicleta”.
La gestación del suspense es clara, con el matiz, nada baladí respecto a la primera, de que son dos máquinas implacables acechando a un chico y su entorno, de que no sabemos las intenciones de ninguno de esos tipos o si la de alguno es buena… El clímax de esto llega en la escena del centro comercial en ese angosto pasillo con John Connor entre dos Terminators. Será el T-800 el que saque el arma primero, llevando al límite el engaño, ya que el T-1000 todavía no está en cuadro…
Uno de los aspectos que me admiró del film, es lo riguroso que es con sus propias reglas, algo que no es nada fácil. Me explico: Jamás vemos que el T-1000 tenga opción real de matar a John. Está cerca, casi a punto, pero se mantiene el rigor en esto. Quizá sólo en la escena final, mimetizado como su madre, de estar un poco más dinámico y vivo, como cuando mató a su padre adoptivo, podría haberle hincado una de sus extremidades, pero en general, ni usándose a sí mismo como arma blanca, tiene claro el acceso al que será líder de la resistencia.
El uso de los camiones, especialmente, y también de la motocicleta, en ese inicio, esas escenas en la llegada de Schwarzenegger, resulta un sabroso cebo que tendrá sus ecos.
Dedicada a Paula Pineda y Charlie Brabus, grandes fans de la película que me amenazaron si no hacía el análisis.