SULLY (2016)

SULLY (2016)

CLINT EASTWOOD

 

 

 

4/5

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No me siento ningún héroe. Sólo soy un hombre que hacía su trabajo”. “Hicimos nuestro trabajo”.

El Eastwood más hawksiano en una sencilla historia sobre la profesionalidad y la camaradería, la amistad. Un Eastwood que se rebela y reivindica la profesionalidad ante el cinismo reinante, defendiendo una indispensable y tradicional figura americana, la del héroe. Un magnífico título que cogiendo un personaje y unas circunstancias clásicas en la filmografía del director, permite a Eastwood realizar una aguda reflexión y un excelente juego con el punto de vista.

Con sereno fluir, la narración se nos escapa ante los ojos sin casi darnos cuenta. Este maestro de 89 años (86 cuando la hizo) remonta el vuelo con esta estupenda cinta tras algunos títulos irregulares como fueron “Jersey boys” y la exitosa “El francotirador”, ambas de 2014.

Como en muchas cintas de Eastwood, el protagonista vive un íntimo conflicto, la divergencia entre lo que ven los demás en él y lo que ve él mismo. El tormento por lo que bulle en su interior, sus dudas, la sensación de ser un fraude, de no estar a la altura, como un sutil sentimiento de culpa al enfrentar la subjetividad con la aparente objetividad externa. Personajes fuertes, sobre los que se vertebra la historia, aquí de una pieza, como antaño. Grandes solitarios que viven su conflicto en estoico silencio, aunque son capaces de amistades profundas y auténticas. Valores como la responsabilidad ineludible (“El jinete pálido”, “Sin perdón”, “J. Edgar”…), el sacrificio (“Space cowboys”, “Gran Torino”…), el valor… son fáciles de encontrar en todo su cine.

Sully” nos cuenta la hazaña real de Chesley Sullenberger, que consiguió un imposible amerizaje en el río Hudson cuando su avión perdió los dos motores al impactar contra ellos una bandada de aves con 155 pasajeros dentro y a poca altura. Un hecho que lo convirtió en héroe, pero que no evitó que se le cuestionase desde la “Junta Nacional de Seguridad del Transporte” (NTSB, siglas en inglés). 15 de enero de 2009. Son los nuevos tiempos, donde a todo se le debe teñir de gris, donde todos nos debemos regocijar en la envidia y la sospecha.

 

 

 

En punto de vista.

Esta reivindicación de la profesionalidad es especialmente íntima, ya que Eastwood se adentra en la psique de su protagonista, que parece perturbada o trastornada, como si quisiera expiar un pecado, adoptando plenamente su punto de vista durante buena parte del metraje y jugando con esa idea.

Ahí están esas recurrentes pesadillas que Sully sufre intermitentemente, unas veces dormido, otras despierto, donde revive el accidente varias veces, en ocasiones con finales funestos, donde la opinión pública se pone en contra… Esas pesadillas escenifican el miedo por lo que pudo pasar, el trauma, que va tornando en cierto sentimiento de culpa cuando ve cuestionada su labor, pasando de la convicción a la duda. Pesadillas que parecen querer expiar un pecado. ¿Héroe, fraude o egocentrismo?

 

 

Un sentimiento de culpa que se va manifestando de diversas maneras, como en ese plano donde Sully, frente a un espejo, parece disculparse ante su mujer: “Lo hice lo mejor que pude”. O con ese gesto nervioso con su anillo mientras habla con ella. La relación con su mujer, Lorrie Sullenberger, interpretada por una Laura Linney que ya trabajó con Eastwood en “Mystic River” (2003), es particular, ya que no coinciden en plano en ningún momento, no comparten nunca espacio físico (si omitimos los títulos de crédito, como comprobarán), desarrollándose por teléfono. Será su confidente, a la que hablará de sus temores por la pensión, por la casa, por la economía, si consideran que fue incompetente en su cometido…

 

 

Esta ambigüedad que se esconde detrás del heroísmo, sobre su aparente vacuidad desde el prisma de la profesionalidad. Porque a Eastwood, como a John Ford, le gusta indagar detrás de las leyendas, pero muchas veces para confirmarlas una vez deconstruidas, como es este caso, en el que se la cuestiona. Hay algo de “Más allá de la vida” (2010) o “Banderas de nuestros padres” (2006) en algunas de estas reflexiones, por poner algún ejemplo.

 

 

El peso del pasado, para bien o para mal, siempre es importante en el cine de Eastwood. Un pasado glorioso que aquí es puesto en duda por unos segundos. Un pasado que tiñe de grises a menudo a los personajes de Eastwood, aunque en este caso tenemos la otra vertiente del cineasta: un hombre íntegro que se enfrenta a esos grises.

De ahí Eastwood pasará a transgredir esa idea subjetiva con varios flashbacks donde pretende objetivar el suceso, objetivarlo en cierta medida, mostrando el punto de vista de otras personas, varios pasajeros que subieron a ese avión, que además le sirve para introducir cierto componente humano. En ese contraste estará la clave, aunque todo cobrará el pleno sentido en la escena final.

En el juicio a Sully, esta idea y juego con el punto de vista adquiere su verdadera dimensión y sentido cuando oigamos lo que ocurrió con objetividad a través de la grabación del vuelo de aquel día, formando el retrato fidedigno y pleno de lo que allí ocurrió, eliminando toda duda subjetiva en una precioso momento, concordando, fundiendo, lo recordado con lo pasado verdaderamente, llevando a la paz a los dos pilotos, volviendo de ese flashback, esa recreación, a los ojos cerrados de Jeff Skiles (Aaron Eckhart), el copiloto de Sully. Son sutiles las diferencias entre los distintos flashbacks y momentos, pero están presentes. El orgullo y el alivio de los dos al escuchar en los auriculares el suceso, lo que ocurrió realmente, recreado de forma objetiva, volviendo en un flashback al accidente, el vuelo en todo su esplendor, resulta conmovedor en su encendida defensa y retrato de la profesionalidad y pulso de ambos pilotos.

 

 

El despertar de la pesadilla que inicia la película, tiene un recurso de estilo que recuerda al Eastwood de “Sin perdón” (1992), con esos ojos de Hanks que se iluminan en la noche.

 

 

 

La profesionalidad y la camaradería.

Y esa reivindicación de la profesionalidad se escenifica en una lucha entre los teóricos, que también serían profesionales, pero aquí mostrados como incompetentes, y los hombres de acción, los que se mojan, que son los que quiere y defiende Eastwood.

Sully no entiende ni su repentina conversión en héroe ni el desasosegante cuestionamiento a su labor, ajeno a todas esas bagatelas y elementos accesorios a lo capital, que para él es su trabajo y su competencia, su profesionalidad. Alguien anónimo llevado repentinamente a la fama. Tanto él como Skiles, su compañero, como los más allegados, sufrirán el impacto.

Nada tiene un precedente hasta que ocurre por primera vez”.

 

 

 

En medio de una situación que lo supera y se escenifica de manera contrapuesta. Los saludos, reconocimientos, agradecimientos y cariño de la gente de la calle, de los pasajeros y compañeros, que lo reconocen como un héroe, y la oscuridad burocrática que lo interroga poniendo robóticas fallas a su actuación en el momento crítico, las expectantes compañías de seguros intentando agarrarse a algo, cuestionándolo todo.

 

 

Un impacto que va generando las dudas con esa investigación que empieza a sacar datos y sospechas, las investigaciones de los teóricos, como ese motor que supuestamente seguía funcionando o la creencia de que tuvo tiempo para volver basada en 20 simulaciones que indicarían que era posible regresar al aeropuerto de La Guardia con éxito y sin daños, en teoría, para ir definiendo sutilmente el mencionado sentimiento de culpa y cierta espiral histérica, de locura, manifestada en las reseñadas pesadillas y visiones del accidente que pudo ser… Una marabunta mediática de afectos repentinos (el beso de la maquilladora, el abrazo de la gerente del hotel…), reproches e indirectas en entrevistas…

¿Y si arriesgó vidas por incompetencia? ¿Y si la realidad del momento y las decisiones no valen de nada?

¿Y si la he cagado? ¿Y si lo he echado todo a perder casi al final de mi carrera? ¿Y si puse en peligro las vidas de todos esos pasajeros?

 

 

El deporte servirá de evasión a Skiles y, sobre todo, a Sully, que durante las noches, entre neones, buscará la intimidad de las sombras. Si están atentos, en esa carrera podrán ver su autohomenaje, no sé hasta qué punto voluntario, de Eastwood, cuando vemos un gran anuncio de “Gran Torino” (2008) en una de las calles.

 

 

 

Eastwood reflexiona sobre la ligereza y la falta de profundidad del mundo que nos rodea, capaz de juzgar vidas ajenas por unos segundos, de cuestionar una carrera de 42 años por un momento crítico, sobre el deber y la responsabilidad que subyacen en el buen profesional, ajeno a banalidades y fuegos de artificio. Una profesionalidad fundamentada en la pasión, la vocación… sentido del flashback que nos lleva a la juventud de Sully, así como ese otro donde vemos un complicado aterrizaje militar demostrando su pericia y experiencia.

 

 

 

Una profesionalidad que, como vemos, Eastwood reivindica de múltiples formas, incluso a través de la amistad y la camaradería, otro aspecto hawksiano. Así, Skiles no parará de defender y proclamar la maña de su amigo y compañero por no seguir las instrucciones del manual, que les hubiera llevado al desastre y la muerte. Se introduce así el aspecto humano, la sensibilidad humana, la maña profesional, como lo esencial en ese mecanizado procedimiento teórico.

Toda esta reflexión sobre la profesionalidad, intrínsecamente unida a lo humano, culmina en el clímax, con la simulación en la Vista Pública a la que se ven obligados Sully y Skiles (Aaron Eckhart). El definitivo duelo entre los teóricos y los actores.

 

 

El tiempo será la clave. Los teóricos pretenden robotizar la vida, la deshumanizan, extraen de ella, para obviarlas, la verdad, la autenticidad, lo real, lo humano, basándose en lo artificial, lo virtual, lo supuesto, lo tecnológico, cayendo en continuos errores al estar ajenos a lo humano, su intuición, inteligencia, sentimientos, aspectos que no pueden ser simulados.

 

 

 

Así, 17 robóticos intentos antes de simular con éxito un aterrizaje, que no logran recrear en absoluto un suceso imprevisto y real, dan como resultado que era posible volver al aeropuerto y, por tanto, deducir que Sully se equivocó. Robóticas simulaciones, sin tensión sin nervios, sin necesidad de análisis o duda, sabiendo perfectamente lo que iba a suceder y los pasos a seguir para regresar. Cuando se intente compensar este defecto sumando tan solo 35 segundos dedicados a la gestión y el factor humanos, todos los simulacros fracasarán. Juzgando a personas sin tener en cuenta a las personas. Dos minutos para tomar una decisión, una opción que deseche al resto y salvar 155 vidas. El colmo llega cuando notifican que incluso los datos de los simuladores estaban confundidos, que el supuesto motor que supuestamente siguió funcionando en realidad estaba completamente destruido. Así Eastwood sublima lo humano y la profesionalidad sobre la teoría y lo artificial. Lo humano contra lo tecnológico.

No era un videojuego. Era a vida o muerte”.

¿Le gustaría añadir algo? ¿Algo que habría hecho de otra forma si tuviera que volver a hacerlo?

Skiles: Sí. Lo habría hecho en julio.

 

 

 

Inteligentemente, Eastwood se reserva mostrar la escena del accidente hasta mediada la película, desarrollando ese punto de vista subjetivo general, mostrándolo a través diversos ojos, de los pasajeros, los pilotos, los controladores o algunos espectadores pasivos que vieron pasar el avión planteando, y logrando mantener la tensión del relato, como hábil narrador que es. Antes todo eran escenificaciones subjetivas, más o menos cercanas a la verdadera. Bromas, distensión entre pilotos, el controlador y su tensión dando opciones, el suspense creciente, el magnífico temple, calma y estoicismo de Sully (Tom Hanks), incluso informando a su mujer tras el trauma… Tras algunas escenas en el presente del film volveremos al pasado para recrear el rescate y evacuación en 24 minutos con el agua a menos 36 grados y la temperatura general a menos 5, la omisión de los planos de los bebés en el rescate… Todo mostrado con una naturalidad, sobriedad y sencillez, que te sorprende la honda emoción que provoca, que aún no logro comprender.

 

 

Observe ese sobrio plano sobre un perturbado Hanks, alejándose, respetando ese momento que cambiara su vida y lo convertirá en héroe, aunque no quiera. Su nueva forma de ver la vida al ver la muerte tan cerca. En el hospital tendrá un maravilloso plano que nos recuerda al final de “Capitán Phillips” (Paul Greengrass, 2013). Contenida y sobria emoción.

El estilo de Eastwood en el film mantiene su clasicismo habitual, con cierta ligereza y dinamismo en su narración y montaje, recurriendo a la naturalidad y la sencillez como norma.

 

 

La primera entrevista con la “Junta Nacional de Seguridad del Transporte” (NTSB, siglas en inglés) tiene los patrones clásicos de plano y contraplano, a los que se añade algún travelling y panorámica y encuadres a distintas distancias, pero siempre con rigor en función de la conversación, especialmente cuando la situación se pone tensa, dotando también a la escena de ese dinamismo mencionado. Estas entrevistas serán con una mesa a modo de frente divisorio.

 

 

Los travellings frontales o traseros siguiendo a los personajes abundan, desde los paseos de Sully por Nueva York y sus carreras junto a Skiles a otros, como los pasajeros el día del accidente…

 

 

Eastwood retrata en soledad a Hanks en buena parte de la película, muchas veces incluso en conversaciones, donde se le aísla del resto. En el bar, en las habitaciones de hotel, en sus paseos por las calles, Sully es un solitario que intenta encontrar sosiego en la introspección. Es un papel muy habitual en Tom Hanks, héroes cotidianos, a veces sumidos en la soledad y otras muchas en tránsito, en medio de la nada, en un cruce de caminos, a la espera, entre dos mundos, en el umbral de algo. Recuerden “Náufrago” (Robert Zemeckis, 2000), escenificado en ese plano final, pero piensen también en “Big” (Penny Marshall, 1988), “Joe contra el volcán” (John Patrick Shanley, 1990), “La hoguera de las vanidades” (Brian De Palma, 1990), “Philadelphia” (Jonathan Demme, 1993), “Forrest gump” (Robert Zemeckis, 1994), “Apolo XIII” (Ron  Howard, 1995), “Salvar al soldado Ryan” (Steven Spielberg, 1998), “La milla verde” (Frank Darabont, 1999), “La terminal” (Steven Spielberg, 2004), paradigmática en su evidencia, “El atlas de las nubes” (Tom Tykwer, hermanas Wachowski, 2012), “Capitán Phillips” (Paul Greengrass, 2013), “El puente de los espías” (Steven Spielberg, 2015), “Esperando al rey” (Tom Tykwer, 2016)…

 

 

Sully” hace de contrapunto al atentado de las Torres Gemelas, al que se hace referencia con alguna insinuación sutil, donde el heroísmo y la unión del pueblo y las autoridades americanas evitaron una tragedia.

Tom Hanks vuelve a estar espléndido, aposté por él para los Oscar, aunque no recibió reconocimiento. La película es conmovedora, emociona, aunque, como digo, sin saber exactamente por qué debido a su sencillez y sobriedad, a pesar de no acentuar ninguna emoción y su tranquilo transitar. Quizá fue por ese anónimo piloto que “sólo hacía su trabajo” y se ve convertido en héroe y celebridad; quizá por esa amistad con su copiloto; quizá por esa defensa del individuo y la profesionalidad; o por la reivindicación del orgullo patrio… El hecho es que lo hizo.

 

 

El trabajo de los actores tiene mucho que ver, así como la firme dirección de Eastwood. Hablando de los actores, Michael Rapaport es el camarero del bar al que va Sully, un pequeño papel para el actor.

Basada en el libro “El más alto deber”.

 

 

sambo

There are 2 comments on this post
  1. julio 22, 2019, 7:33 pm

    Buen día, muy buena película del director Clint Eastwood, pero sobre todo me agradan las actuaciones de Hanks y Eckhart, excelente película.

    • sambo
      julio 23, 2019, 9:49 am

      Es que son excelente interpretaciones. Un saludo, Jaime.

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