NOAH BAUMBACH
3/5
Muy elogiado este nuevo trabajo de Baumbach, pero de nuevo se peca de sobrevalorar algo que lo que hace es recoger referentes que ya habían explorado lo mismo con suma profundidad y talento. No se me entienda mal. Es una buena película, con interpretaciones notables, especialmente la de Adam Driver, pero que bebe de otras obvias y conocidas que ya habían explorado esto hasta exprimirlo. De nuevo, es loable como referente o ejemplo para nuevas generaciones, ya que, en general, es un trabajo cuidado y dedicado. Eso sí, no confundir con obras maestras, esas son las que se recogen aquí como ejemplo.
“Dos en la carretera” (Stanley Donen, 1967), “Secretos de un matrimonio” (Ingmar Bergman, 1974), “Kramer contra Kramer” (Robert Benton, 1979) en las partes judiciales, “Historia de lo nuestro” (Rob Reiner, 1999), “Wildlife” (Paul Dano, 2018), el cine de Woody Allen, de Bergman…
El inicio del film, que tiene su gran virtud en el texto, es la base no sólo de la película, sino de la relación en la que nos vamos a sumergir, haciendo sostenible, comprensible y coherente todo lo que vamos a ver y cómo se va a desarrollar. La base perfecta, clave. Un gran texto lleno de humor y bien puntuado por las imágenes.
Una fresca secuencia, divertida, que tiene su sabor y clave no en la descripción genérica de los personajes, sino en esas pequeñas anécdotas que insertan y que humanizan a ambos protagonistas. Ese tacto. Ella escucha de verdad y juega con su hijo de verdad, no por cumplir; él hace familias donde quiera que va y no se olvida de nadie ni nadie le resulta indiferente, da a todos su sitio e importancia; ella se prepara tés que nunca toma; él llora en el cine… Y defectillos: el desorden de ella y sus infructuosos intentos por corregirse para agradarlo a él; el ansia comiendo de Charlie…

Todo dará un giro cuando sepamos que la pareja está en un proceso de divorcio, que lo que oímos y vimos fue un encargo de una terapia en la que cada uno debía escribir todo aquello que le gustaba del otro, lo que los enamoró… Hay algo de metalingüístico al comenzar así para que tengamos en cuenta todos esos aspectos, que luego irán saliendo de una forma u otra.
Es una declaración de amor de un personaje a otro. Él destacará de ella su autenticidad, su sacrificio al dejar el cine por acompañarlo en sus proyectos teatrales, su gran dedicación y talento como actriz. Sabe cuándo presionar y cuándo dejarle en paz, lo que supone un gran conocimiento del otro. Su sinceridad y fuerza, aspectos que admira en contraste con él mismo.
“Es valiente”. “Es mi actriz favorita”.
“No como yo, que disimulo o digo algo como: hace bastante que la vi”.
Charlie es un tipo moderno, padre intachable. Estoico, ordenado y despreocupado con su aspecto. Director teatral. Llora, plancha, cocina, zurce. Es competitivo.
Ella destacará de él su practicidad, su orden y disciplina, su decisión y firmeza, aspectos que admira en contraste con ella misma. Le gusta que sea poco presumido, lo competente y sensible que resulta. Su comprensión con el carácter de ella.
“Adora ser padre. Le encanta todo lo que debería odiar”.
“Minucioso”. “Sabe muy bien lo que quiere… no como yo”.
Nicole es honesta y auténtica, una mujer moderna y competente. Actriz y madre intachable. Es competitiva.
Hay un conflicto de egos, aunque es difícil discernir si consciente, al menos para Charlie. El logro profesional-social como impacto en la relación, insignificante en la etapa inicial, fogosa, pasional, que se va mostrando cuando esa etapa que lo ocultaba se desvanece. Nicole pasó de ser una estrella a un miembro, destacado, bien es cierto, de una pequeña compañía teatral. Lo que era ilusionante fue tornando en insatisfacción al desvanecerse la capa de amor pletórico.
En Nicole se intuyen anhelos artísticos y creativos, así como inseguridades. Desea escribir y dirigir, algo que no terminaba de conseguir con Charlie, en parte porque él no lo tomara verdaderamente en serio, pero también por falta de determinación de ella. Una vez abandona la compañía y apuesta por una serie mainstream, siente el pesar de no ir a Broadway con sus antiguos compañeros. Esa disputa entre lo artificial y lo artesanal en la que ella está en medio.
Nicole comenzó a sentirse empequeñecida, subordinada, a rebufo de Charlie. O simplemente sus ambiciones cambiaron o crecieron. Necesitaba reconocimiento, aceptación, individualidad…
“Además, creo que se acostó con la regidora, Mary Anne”.
“Me sentía pequeña”. “Era tan inteligente y tan creativo que me conformaba”.
En ambos se intuyen gestos que parecen desear que el otro dé un primer paso que arregle todo… pero el otro, en esos momentos, casi siempre se mueve con frialdad, rompiendo la posibilidad (cuando él debe ir a un hotel; ella tras recibir la nota con la corrección teatral…).
Y desde luego hay un entendimiento, comprensión y conocimiento mutuo.
Hay un aspecto curioso, una diferencia entre ambos. Es la idea de lo artesanal o genuino y lo artificial o “falso”. Charlie representaría lo primero, Nicole lo segundo, ya que uno dirige teatro vanguardista y la otra es una estrella en ciernes de películas comerciales (tuvo éxito con “Todo sobre esa chica”, donde enseñó los pechos, algo que se nos oculta a nosotros…). Nicole parece asumir la autenticidad de Charlie, que además parece encajar con su carácter (le gusta jugar de verdad, abre tarros, corta el pelo), pero finalmente descubrirá que esa no es su naturaleza. Esta dicotomía, además, se liga al lugar donde viven o les gusta vivir, lo que lo hace interesante y divertido. Nueva York representaría esa autenticidad, la del teatro, mientras que Los Ángeles representaría la frivolidad, la de las “estrellas” y las series televisivas… eso sí, una frivolidad muy “amplia”… Una competencia bastante divertida entre las dos ciudades.
“¡Y la amplitud! Eso es único”.
No se fuerzan dramatismos. Todo es muy natural y cívico, aliñado con un humor fresco. Una excelente progresión dramática.
“No sé si deberíamos darle premios por hacer caca”.
El deterioro en la blancura de esa separación, comenzará con la irrupción de los abogados. La buena intención inicial de Charlie, que se personifica en su abogado elegido, encarnado por Alan Alda, contrasta con la de la abogada de Nicole, Nora Fanshaw. Tanto la falsamente dulce Nora, como el duro Jay Marotta (Ray Liotta), mostrarán una tremenda falta de escrúpulos, así como un patetismo y ego profesional lamentable (ese regalo de un día más para Nicole en la custodia). El discurso feminista de Nora es un pastiche prescindible…
Incluso en la reunión que tendrán con el abogado de Charlie, ella llevará la voz cantante, mientras nuestro protagonista parece sobrepasado por todo, que parece confabularse contra él.
Alda muestra humanidad y casi ingenuidad en esa batalla legal de múltiples aristas. En él se filtra lo cotidiano en lo profesional (esa cocina en el despacho, el gato, las gafas extraviadas…). Su carácter diplomático y tranquilo dan un aspecto de conformismo que solivianta a Charlie (nos quedaremos sin escuchar el chiste que Alda nos tenía preparados). En esa escena, la del chiste interrumpido, Driver vuelve a estar perfecto.
La frustración ante la despiadada trama y planificación de Nora y Nicole lleva a Charlie a personificarse de otra manera. Con un abogado litigante dispuesto a bajar al fango. Ahí es donde entrará Ray Liotta.
“Necesitaba un hijoputa”. “Algo medio demencial es demencial”.
“Los criminalistas ven a la mala gente en su mejor momento y los matrimonialistas ven a la buena gente en su peor momento”.
Una progresión dramática que avanzará hasta tocar fondo a través de los abogados. Un Charlie inocente que se ve arrastrado a una batalla de intereses legales.
Poco a poco se va apreciando cierta crispación en el apacible Charlie, una vez comienza a dudar de la “pureza” de su mujer, en quién, en realidad, confía plenamente, especialmente cuando empieza a tener pruebas de los tejemanejes de sus abogados.
“No muchas… A unas once”.
Él siempre piensa bien de ella… aunque podría aclararlo sin problemas y un poco de comunicación, algo que en ocasiones resulta confuso en la narración. Hablan, se llevan bien, incluso se preguntan sobre temas dudosos, pero sólo ocasionalmente y sin claridad para el buscado y pactado acuerdo inicial.
Esto se muestra simbólicamente en el descenso por las escaleras de Charlie al recibir la llamada de Nora. Y al salir abrumado a las calles de Nueva York, que lo minimiza ante la situación que se le viene encima.
Charlie parece partir desde una posición hegemónica respecto a Nicole en cuanto a la seguridad de lo planteado. En cierta medida es como si no terminara de creerse que se van a separar definitivamente. Confía en el acuerdo consensuado con ella, quizá porque le beneficiaba. Todo eso se irá resquebrajando paulatinamente.
“Mi familia está aquí. Menos tú”.
Ese disfraz de “Hombre Invisible” que se pone en Halloween termina por ser simbólico, ya que parece estar, poco a poco, desapareciendo de la vida de su hijo, alejándose, haciéndose invisible para él… perdiendo pie ante lo que creía seguro.
Al volver de la frustrante experiencia de Halloween en Los Ángeles con su hijo, esa llegada al hotel, es la imagen de la derrota: cansado, desaliñado, hundido y sentándose en el suelo, recibiendo decepciones…
Incluso en sus encuentros se aprecia más franqueza en él. En la reunión que tienen con los abogados, él la mira, pero ella lo evita. Cuando va a su casa, él le cuenta el secreto de la beca MacArthur, ella tiene preparada la escenificación de la entrega de los papeles del divorcio…
Nicole recorre el camino inverso. Una inseguridad personal, que ella manifiesta como rasgo de carácter, que a su vez es desorientación. Parece guiarse por un impulso, una insatisfacción que se hizo asfixiante.
La secuencia con la familia en la cama, juntos físicamente, pero separados en lo sentimental, es significativa. Allí él tiene el lado intelectual, cerebral, leyendo un cuento, mientras ella es la sensibilidad, el corazón, con una lágrima cayéndole. En el centro el hijo, el amor de ambos.
La progresión dramática también se aprecia en los duelos dialécticos. De la aparente calma, incluso cariño y efusividad (las felicitaciones por la beca MacArthur, por ejemplo), matizada levemente por algún aspecto que señala el conflicto (entrega de los papeles del divorcio, no dejar que duerma en casa), pasamos a lo contrario, enfrentamientos directos. El primero a distancia, Charlie en un balcón en soledad, Nicole también al aire libre… en una fiesta.
“Es todo lo que me vas a meter”.
Hay un punto de inflexión significativo que cambia el comportamiento de Nicole. Es cuando se entera de la infidelidad de Charlie, hackeándole la cuenta. Es un aspecto que seguramente manejó su abogada, pero esa confirmación la reafirma y rearma en esa batalla legal.
Incluso en la distancia sabrán encontrar esas rutinas y modos del afecto irremediable. Él irá a ayudarla con una puerta que no cierra; ella le cortará el pelo, como hacía siempre. Viejas rutinas, aunque de otro modo… Y esa mirada en la separación que lo dice todo.
El definitivo conflicto es en realidad una necesaria catarsis. La explosión de dolor contenido que no había estallado aún en esa burbuja de civismo y comprensión que los abogados terminaron pinchando. Una secuencia espléndida.
Una secuencia que sigue el mismo patrón y estructura que la propia película. Es una set piece a escala del propio film. Una conversación que comienza en tono moderado, civilizado, comprensivo incluso, pero donde las indirectas y los reproches no tardarán en aparecer, haciendo prender la llama oculta que deseaba salir. Ellos mismos, como antes hicieron sus abogados, transformarán detalles y recuerdos bonitos en acusaciones y armas contra el otro, con el objetivo de hacer daño, de tener razón. Como advirtió el abogado Bert Spitz (Alan Alda).
Saldrán a la luz las contradicciones de ambos personajes, aquellas virtudes y, sobre todo, defectos que se han ido señalando, aquellos rencores ocultos que ahora se ven con libertad de lanzar a la cabeza del otro. Los sentimientos, en suma, hacia alguien que te importa.
Serán las palabras más duras y el arrepentimiento más sincero. Saciados de guerra se derrumbarán, literalmente, en el desnudo apartamento. Un apartamento sin amueblar, vacío, simbólico, como su relación en ese momento (y sangrados por los abogados), que será necesario reconstruir/amueblar.
Conmovedor, por supuesto, ese abrazo final. Es un momento soberbio de guión y para los actores, que lo recitaron sin improvisación alguna.
Desde esa catarsis la relación reflotará y ese piso irá decorándose.
Ese punto de inflexión obliga a compromisos, especialmente a Charlie. Hilarante es toda la secuencia con la observadora. Algunos recursos de humor están cogidos por los pelos, bien es cierto, como el hecho de que no sepa dónde están los vasos, por muy nueva que sea la casa, ya que hemos visto que lleva cierto tiempo allí…
Una observadora que es un auténtico “cromo” de mujer. El momento con la navaja y el involuntario corte que Charlie se da es tronchante, producto de los nervios y la inseguridad. Eso sí, lo del niño no tiene nombre… Acabará por los suelos, tocando fondo, en una escenificación de ese sacrificio por ese hijo que parece indiferente. En contraste veremos la felicidad familiar de Nicole.
El epílogo deja algunos detalles excelentes, incluso alegóricos. Veremos lugares por donde ella transitaba ahora cruzados por él, con un comportamiento distinto. Lo vemos cortándose el pelo en una peluquería, esa ausencia, cuando antes se lo cortaba Nicole.
Un epílogo que pretende cerrar ese periplo doloroso, con ellos más sabios y maduros, donde cada uno acaba teniendo, más o menos, lo que quería, especialmente Nicole. Será nominada a un Emmy, pero no como actriz, sino como directora, reivindicándose y demostrando esa valía que su relación con Charlie parecía ocultar. Tendrá nueva pareja…
Charlie se ha visto sustituido en aquel entorno. La madre de Nicole tiene un nuevo compañero de juegos, y quizá confidencias, en la nueva pareja de Nicole. Aquellas fotos que lo incluían han desaparecido por otras sin él. Está fuera de sitio… pero el teatro le hará pasar tiempo en Los Ángeles… Y tendrá la carta que Nicole escribió sobre él, contando todo aquello que la enamoró, la que se negó a desvelar al inicio del film. Un momento antológico en su lectura el de Driver.
Con la canción “Being alive”, momento que ha sido elogiado y criticado a partes iguales, cantada en un solo plano por Adam Driver, reflexiona sobre las incomodidades del matrimonio, al mismo tiempo que deja abierta la puerta a un posible compromiso futuro.
Unas heridas que se cierran con ese cordón que Nicole ata a Charlie cuando se lleva a su hijo… aunque no le corresponda el día.
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