JOEL y ETHAN COEN
2/5
La peor película de los hermanos Coen en toda su filmografía tenía muy buenas ideas iniciales, un planteamiento interesante, pero no puede estar peor resuelta ni menos inspirada.
La idea de un viaje por los entresijos del Hollywood clásico vagabundeando por el estudio y guiñando a los cinéfilos mostrando aquellos géneros clásicos de la época dorada mientras se desarrolla la historia es genial, pero nada funciona. Los guiños resultan superficiales, las bromas y la comedia mediocre y la historia vacua y absurda sin interés alguno. Casi un desastre que sólo da consuelo a los cinéfilos que gozamos reviviendo aquella época, que además somos a los que más nos frustra la película.
Los Coen parecen querer abarcar mucho, y lo hacen desde un esquematismo atroz y desesperante, así como poco inspirado y falto de chispa, ingenio y brillantez.
Un paseo que hacemos de la mano del honesto, íntegro y religioso Eddie Mannix, interpretado por Josh Brolin, que siente como el mayor de los pecados ocultar a su mujer que se ha fumado algunos cigarrillos a escondidas tras prometerle que lo dejaría. Un hombre muy ocupado, como se muestra con esos planos continuos donde mira el reloj.
A su encantadora y comprensiva mujer la veremos en una fugaz escena, consultándole sobre esa nueva oferta de trabajo y el asunto del tabaco…
Mannix es una especie de Señor Lobo cinéfilo. El hombre encargado de resolverlo todo en el estudio: problemas de producción, mediar con productores y actores, ocultar y camuflar problemas, manejar periodistas chismosas (esas columnistas gemelas que interpreta Tilda Swinton), pagar dinero por atrasos, resolver puestas en escena con dobles y su plus de peligrosidad, quejas de los directores…
Un hombre que se verá tentado por el gobierno, que querrá sus servicios, obligándole a elegir entre su vocación en el cine resolviendo problemas o la aviación, una compañía aeronáutica, y un contrato de por vida con las mejores condiciones. Serán varias las escenas en las que el tentador agente gubernamental intente seducir en un privado de un bar a Mannix.
Viaje por el cine clásico
Viajaremos por el cine clásico dentro de un estudio cinematográfico, Capital Pictures, en la época dorada de Hollywood, en un diálogo pretendidamente divertido y metalingüístico, que nos lleva de las obras características y géneros míticos a la cara que se ocultaba al gran público y cómo se hacía… ¡Qué gran idea y qué desperdicio!
Un homenaje a un cine y una época de la que los hermanos Coen son auténticos fans como han demostrado en todas sus películas. Metacine y metalingüismo. Dos directores de género, amantes de los géneros clásicos de Hollywood, como he comentado en otros análisis de sus películas.
Cine negro. Habrá un par de escenas puramente de cine negro y que, curiosamente, al ser de los géneros predilectos de los Coen, no se insertan en una producción del estudio donde sucede la película, sino fuera de él, no como obra de ficción dentro de la película, sino en relación con el propio protagonista.
Así sucede en la primera escena de la película, que parece remedar a “El sueño eterno” (Howard Hawks, 1946), convirtiendo a Brolin en una especie de Bogart, ocultando unas indiscretas fotografías eróticas de una de sus actrices…
Hay otra secuencia con pura atmósfera de cine negro. Es en el despacho de Joe Silverman (Jonah Hill), cuando se definen los aspectos para el truco con la adopción de DeeAnna (Scarlett Johansson), convertida en despampanante mujer fatal. Se ve desde el inicio que la neumática mujer ha encontrado a su alma gemela en ese generoso personaje…
Del mismo modo, la trama del secuestro a Baird Whitlock tiene que ver con el thriller de 2ª Guerra Mundial y Guerra Fría, y pone en contexto la época, con esos populistas y comunistas secuestradores que filtran mensajes subversivos e ideológicos en los guiones que escribían. Unos secuestradores ingenuos y amables. Unos guionistas furiosos, aunque sólo en apariencia, que hablarán del fin de la historia y la venida del nuevo hombre…
Todo el contexto comunista, que comienza con el secuestro que idean dos extras que miran atentamente que Clooney beba en la escena de la copa que han intoxicado para dormirle, viene a cuento. Estamos en 1951. Esta historia se entroncará con la de Channing Tatum, que interpreta a Burt Gurney, del que descubriremos que es un comunista encubierto aliado a los guionistas secuestradores. Quedará rematada en una escena chorra con submarino incluido…
La voz over que irrumpe en la narración ocasionalmente, también actúa como recurso metalingüístico.
Contexto con el miedo comunista y el thriller. Un contexto que podría haber dado para mucho, por ejemplo con la psicosis atómica, el peligro comunista o la televisión como pujante rival para las películas y el cine.
Péplum. Es el género al que se da más importancia, porque es la producción en la que participa Baird Whitlock (George Clooney), la gran estrella del estudio. “A Tale Of The Christ”. Una película bíblica donde interpreta a un tribuno romano que verá nacer su fe ante la figura de Cristo. Por supuesto, de la mano de Clooney, el péplum se mezclará con la comedia.
La escena donde Mannix debate con los distintos representantes religiosos (sacerdotes, patriarcas, reverendos, rabinos…), sobre el rigor del guión con respecto a la figura de Cristo y las escrituras, así como la coherencia teológica, buscando un consenso, es de las más simpáticas desde el diálogo. El judío, el más discrepante, al no reconocer a Cristo, es el más divertido.
–Rabino: ¿Dios tiene hijos? ¿Y qué más? ¿Un perro? ¿Un collie, tal vez? Dios no tiene hijos. Es soltero y está muy furioso.
–Sacerdote: ¡No, no! Antes estaba furioso.
–Rabino: ¿Qué pasa, lo ha superado?
Comedia romántica. Aquí tenemos otra simpática escena protagonizada por Ralph Finnes, que interpreta al director Laurence Laurentz, y la estrella del western reconvertida Hobie Doyle (Alden Ehrenreich). La torpeza del actor y las constantes repeticiones e instrucciones buscan la risa, y aunque provocan la sonrisa, el fracaso es estrepitoso con respecto a los objetivos pretendidos… Allí se muestran las complicaciones de la dirección y las dificultades de lidiar con imposiciones del estudio…
En esa onda siempre recordaré la secuencia de “Mulholland Drive” (David Lynch, 2001), donde una escena frívola se convierte en arte a través del trabajo de los actores. También “Vivir rodando” (Tom DiCillo, 1995), en una onda mucho más divertida. Y, por qué no, las dificultades de tantos actores para recordar su papel, como Marilyn Monroe…
Western. El western viene de la mano de Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), una estrella del género gracias a sus acrobáticas habilidades con las armas y los caballos, al que tratarán de convertir en actor, en producciones de otros géneros y mayor prestigio. Parecerá algo limitado y sumiso, pero demostrará una sutil y brillante inteligencia. Será quién dé la clave de los extras y encuentre el lugar donde Whitlock está secuestrado. Un chico que siempre usará metáforas sobre caballos para sus argumentos, como corresponde a su carrera cinematográfica en el western.
Veremos un par de escenas de western, una de ellas con un Hobie cantarín a la luz de la luna. “Lazy Ol’Moon” se llama esa película.
Musical Acuático. Una escena de coreografía acuática para presentarnos a DeeAnna Moran (Scarlett Johansson), una sosías de Esther Williams. Esas escenas acuáticas recuerdan a las oníricas de, por ejemplo, “El gran Lebowski” (1998).
Comedia musical. Un sorprendente Channing Tatum nos dejará con la boca abierta en un número musical que rememora títulos como “Un día en Nueva York” (Stanley Donen, 1949), con marineros y todo. Un divertido Tatum cantante y bailarín que disfruta con su coreografía de los pasos de claqué. Esta escena tendrá su propio director, interpretado por Christopher Lambert, representando a uno de tantos directores europeos o no americanos que ayudaron a hacer grande el Hollywood clásico, talentos que en América se valoraban y no pasaban desapercibidos y que, por supuesto, no iban a dejar pasar ni a prescindir de ellos. “No Dames!” es la película.
Y es que en la imaginación de la puesta en escena de musicales radica también la filosofía del cine clásico, con esas escenas ingeniosas sin corte, sacando el máximo partido a todo, haciendo primar la imaginación y la solución inesperada, como también se aprecia en los títulos de aventuras o acción. Es la misma idea, la misma concepción, la misma filosofía.
El metalingüismo es una constante en la película. Saldremos de escenas que se presentan como parte de la trama principal para acto seguido convertirlas en rodajes, por ejemplo la mencionada secuencia musical de Tatum.
Gestión de estudio
Con Mannix iremos por todos los lugares del estudio, todos esos donde se crea una película. Así visitaremos sets, decorados y camerinos, veremos cómo se ruedan escenas, compartiremos el trabajo de los directores, las reivindicaciones de los guionistas, la sala de proyección (donde veremos con Mannix el copión de “¡Ave César!”), la de montaje, con el cameo de Frances McDormand… Es en la sala de montaje donde comprobaremos que el trabajo del rudo Hobie Doyle ha mejorado mucho como galán romántico, en una copia en textura clásica y blanco y negro, “Merrily we dance”, “Alegremente bailamos”.
Habrá una escena de homenaje a todos los técnicos de rodaje. Será en el monólogo que recita Clooney ante la cruz de Cristo, como clímax de la película. Allí observarán emocionados el momento los técnicos de sonido, los cámaras, la scrip… Un momento interrumpido por una broma que tampoco funciona…
El otro punto es la parte oculta, el trabajo en los estudios para extender la ilusión de la pantalla fuera, para mantener los valores y la imagen de sus estrellas, extenderlas allí donde se apagan los focos, que la ilusión se mantenga en los fans y espectadores una vez vuelven a sus casas, manteniendo la seducción de los personajes en los intachables actores a los que admiran. Una escenificación basada en escenificaciones.
Y para ello deben ocultar y camuflar desintoxicaciones de todo tipo (el personaje de George Clooney), mantener la moral intachable y virginal de sus actrices (el personaje de Scarlett Johansson que está embarazada sin estar casada)… Hacer imágenes a medida organizadas por los estudios para protegerles y, al mismo tiempo, salvaguardar la propia imagen del estudio a través de sus estrellas. Así lo vemos con la misma Johansson o el actor de western que interpreta Alden Ehrenreich, ocultando el embarazo de la primera y simulando una relación con una sosías de Carmen Miranda en el segundo caso.
Auténticos pervertidos o degenerados, desfasados y pasados de rosca, viviendo el éxito a todo tren y tapados por el estudio que forja una imagen celestial para ellos. Sus esfuerzos serán denodados para ocultar cómo consiguió Baird Whitlock su papel en “Alas como águilas”, donde parece ser que hubo asuntos de sodomía…
“Te hemos ofrecido algunos jóvenes educados… y muy limpios”. “El público te adora porque sabe lo inocente que eres”.
Es divertido el momento de ese abogado fascinando por el reto y la idea de Mannix para solucionar el tema del hijo de DeeAnna Moran (Scarlett Johansson), recurriendo a una adopción ficticia para aparentar que no es un hijo biológico.
Además tendremos menciones a Clark Gable y juergas en San Bernardino, Norman Taurog, Judy Canova o Danny Kaye y unos afeitados de espalda.
La religión tiene un papel importante en la película. Mannix se asemeja a una figura crística. Él es religioso, se atormenta por piadosas mentiras a su mujer, cuando debe mentir todo el tiempo en su trabajo, obligado a “sostener sobre sus hombros los pecados del resto”. Una cruz le inspirará en su decisión laboral definitiva, está realizando una película donde la figura de Jesucristo es fundamental…
Su decisión final, quedarse con su duro, estresante e inseguro trabajo, a pesar de que objetivamente el que le ofrece el gobierno es irrechazable y mejor, radica en la fascinación de aquel cine y aquel mundo, el que nos fascina a tantos cinéfilos y a los propios Coen… pero que los directores no logran transmitir en ningún momento.
Como suele suceder en el estilo visual de los Coen, hay múltiples planos frontales y cierta distorsión con el uso del gran angular.
También habrá esas preciadas digresiones de los Coen en forma de diálogo o escena intrascendente, ya sea con el ensimismamiento en algunas de las escenas que se ruedan en el estudio, con montajes musicales o con la llamada que recibe Mannix de su mujer.
Del mismo modo, tenemos temas clásicos de los hermanos, como el contraste entre fantasía y frivolidad contra la realidad y la seriedad. Aparte del número acuático, tendremos la idea de secuestro, muy querida por los Coen, para remitirnos de nuevo a “El gran Lebowski” (1998), así como a “Fargo”, por ejemplo. El viaje por los estudios hollywoodienses nos remite a esa obra maestra que es “Barton Fink” (1991).
La película resulta en su falta de ingenio e inspiración, burdamente esquemática. Previsible y bastante absurda, donde su humor ridículo resulta… ridículo. Una obra dispersa, caótica y disparatada, pero sin acertar nunca en sus disparos. Siempre esquemática y superficial. Una total y completa decepción.